Cuando no tengo nada que mirar,
ella se aleja bajo el paraguas
que la resguarda de teóricas lloviznas.
No es el viejo puente que la conduce a otro destino.
Son sus pasos que inventan puente, lluvia
y una mirada que la eterniza.
La dueña del instante es otra.
Lejana y sin ganas.
Sin lluvia probable ni protección alguna.
Destructora de puentes y sorda ante destinos.
No escuchar se parece mucho a no creer.
Cuando no tengo nada que mirar,
bajo la vista; ella invita a seguirla.
Se parece a la que fui.
No me reconozco en la que soy.
BB
No hay comentarios:
Publicar un comentario